El Palacio data de la 2ª mitad del siglo XIX. Se encuadra en la corriente de eclecticismo del s. XIX, con gestos de lenguaje neogótico. Se trata de una pieza de arquitectura doméstica con cierto gusto por el fachadismo de la época, concentrando el ornato en los huecos.
Se construyó para la familia Maqua entre los años 1853 y 1857. Estaba compuesta de planta baja, entresuelo, principal, segundo piso y servicio de desván, que constaba de diferentes oficinas y habitaciones, con su fuente de aguas en el mismo lavadero, con huerta a la parte posterior de la misma. En lo que se refiere al edificio anexo, con fachada a la calle de Cabruñana, fue construido con bajo y dos plantas, de forma que ambas edificaciones llegaran a conformar una única vivienda con todos los servicios.
Respecto a las fachadas, son de destacar la magnífica cantería de sus tres esquinales así como la que componen las líneas de imposta. El edificio se remata con un amplio y moldurado alero de madera que proporciona un gran efecto de luces y sombras.
Pero lo verdaderamente destacable exteriormente son los magníficos miradores, en los que, mediante una equilibrada combinación de formas geométricas regulares, se ha pretendido evocar un cierto aire gótico, perfectamente integrado en la composición ecléctica del edificio que, a su vez, porta una cierta carga romántica muy propia de su época y que influyo notablemente en numerosas construcciones que posteriormente se hicieron en esta villa, a lo largo del último tercio del pasado siglo.
La intervención supone la rehabilitación integral del inmueble para subsanar sus deficiencias y acondicionarlo suficientemente para ejercer la actividad de oficinas municipales para usos diversos, incluso formativos y expositivos.