La Real Fábrica de Paños de Carlos III constituye un importantísimo exponente de la arquitectura industrial iniciada en el siglo XVIII y que tuvo en la provincia de Guadalajara numerosos casos de interés, destacando aquellos destinados a la industria textil. A pesar de encontrarse en el interior del perímetro de las antiguas murallas de Brihuega, parece haberse concebido con casi total independencia de la ciudad, primando los planteamientos de la arquitectura industrial de la España ilustrada frente a los de inclusión en su casco histórico. Vivió sus mejores momentos antes de 1790, y fue saqueada durante la Guerra de la Independencia y usada su edificación como cuartel francés. Volvió a ponerse en marcha en la segunda década del siglo XIX, pasando en 1840 a manos privadas, y continuándose con la fabricación de telas hasta la Guerra Civil.
A través de la intervención se tratan de solventar, tanto los problemas evidentes que ha causado el paso del tiempo durante décadas, como los relativos a los materiales y a los sistemas constructivos (eliminación de grietas, recuperaciones volumétricas y restauración de elementos). Se pretende de esta manera la adecuación de las condiciones formales, tipológicas, materiales, decorativas, de lectura histórica, documentales y constructivas, consiguiendo la perduración de sus estructuras antiguas y la revitalización de sus fábricas. Para ello, se persigue de forma expresa el empleo de materiales y técnicas tradicionales, en especial en la adopción del criterio de recuperación de las armaduras con estructuras leñosas, de manera que se mantenga el proceso constructivo histórico y el respeto a su historia, construcción y materialidad.